Residencia Ichinose

Recuerdo del primer mensaje :

Una mansión a las afueras.

Exteriores:

Entrada (Hall):

Salón-Cocina:

Patio interior:

Terraza:

Piscina exterior:

Me estaba provocando, la muy... me estaba provocando y lo peor era que la jugada le estaba saliendo a la perfección. Cierta parte de mi anatomía reaccionó en el momento menos conveniente. Mierda, esto nunca me había pasado, se controlarme perfectamente pero ahora...

Que calor de repente.

¿Porqué ahora me parece que cada gesto suyo lo hace para provocarme? No, no le daría el gusto de ver que sus provocaciones surgían efecto. me acerqué a la piscina, me resultaba tentadora la idea de tirarme dentro para sacarme de la cabeza todas las ideas nada apropiadas que tenía con Akasah como objeto de ellas. Uno no es de piedra.

Invierno o verano, poco importaba. Akasha había conseguido de lo que pocas podían jactarse, conseguir calentarme y despues irse de rositas sin acabar presa de mis besos.
Chasqueé la lengua y tensé los musculos de la mandibula, ahora todas las palabras que salían de los labios de esta mujer me resultaban demasaido juguetonas, aunqeu ya no fueran con esa intención.

Sabía que ahora no había nadie en casa aparte de Akasha y yo mismo. Me quité la camisa sin previo aviso, dejando al descubierto mi trabajado abdomen, necesitaba darme.Lanzé el trozo de tela a un lugar indeterminado y mis pantalones corrieron la misma suerte. Me lanzé al agua sin dudarlo, y sentirla golpear mi piel fue el mejor alivio.

Me gustaba nadar casi tanto como cantar. Dos de los mejores placeres de la vida.
Salí a la superficie en busca de aire. Aparté el cabello que había quedado pegado a mi rostro. Miré a Akasha, era una mujer muy hermosa, indiscutiblemente. Y verla así... tranquila, era algo acutivador, aunque cuando abría la boca se cargaba siempre la magia.

Nadé hacia ella. Y una sonrisa socarrona, quizá demasiado sugerente se dejó ver en mis labios.

—Me gusta el frío y nadar de noche, no veo el problema.

¿Se estaba preocupando por mi? Por estúpido que sonara, esto me enterneció, nunca nadie se había preocupado por mi, bueno, quizá Otoya-baka o Jason-dobe, pero estos dos no contaban.
Otra sonrisa sincera, ya eran dos en un solo día, esto era un nuevo récord.
Aunqeu otra vez, se había cargado la magia con su comentario verde de la cama, si me iba a cuidar de esa forma, me pondría enfermo cada día.

Se sonrojó otra vez, y junto con la luz anaranjada del atardecer reflejándose en su rostro, me pareció estar frente a un ángel.
Una sonrisa perversa surcó mis labios. Cogí de la muñeca a Akasha, y antes de que pudiera reaccionar, tiré de ella para que cayera dentro de la piscina. Creo que al verla caer aparatosamente incluso una risa se tomo la libertad de escapar de mis labios. Hacía cuanto que no reía...

Vaya, no me esperaba lo de la cola y las orejas. Era una esclava, pues los de esa raza solo podían ser eso ¿Una gata, quizá? No estoy seguro.
Sonrío, esta chica estaba resultando ser una caja de sorpresas.

Aunqeu ahora mi vista baja a algo mucho más interesante... Tuve unas incontrolables ganas de arrancarle a mordiscos ese vestido ahora transparente, para mi deleite personal. Agradecí el frío, parece que a este felino le gusta jugar con fuego.
La vi temblar y me di el lujo de romper mi fachada durante un momento para abrazarla. Olfateé su cabello y cuello, era... embriagador.

Debí incomodarla, y el hecho de que me apartara me hizo recapacitar ¿Qué demonios estaba haciendo? Al final la situación había resultado ser un tanto bochornosa. Creo que incluso sentí como un leve sonrojo se dejó ver en mis mejillas, algo que, desde luego, era bastante inusual en mi.
Quería salir de la pscina, no se si por el agua o por mi.

Suspiré, agarrándola por la cintura con suavidad con mi brazo izquierdo y ayudándola a salir.
Y una vez estuvo ella fuera salí yo.

-Lo lamento.

Al notar que la agarra de la cintura y la ayuda a salir le mira, fijamente, a escasa distancia, antes de que la suba por completo-Ichinose-sama no tiene porque disculparse, no sabía que yo era una pantera y no me llevo bien con el agua... una vez fuera se escurrio su largo cabello alvino y se abrazó a si misma aun con frio.

-A-al final Icihonose-sa tendra que cuidar de mi si me resfrio...je -No sabía como aun era posible, pero le solto la leve broma con esperanza de cortar el momento tenso que se había formado y que no le gustaba para nada, vio unas toallas allí cerca y las tomo, tendiéndole una a su nuevo jefe, con una leve sonrisa.- Ademas no fue tan malo, volvió a sonreír e incluso se hecho a reir, eso siempre es agradable

Sonreí al escucharla hablar, no era por eso opr lo que me disculpaba, quizá por haberme tomado demasiadas libertades con ella. Era de las pocas mujeres que no parecían tener un especial interés en mi, y eso me gustaba. Ella entera me resultaba... interesante.
Rí ante la idea de cuidarla, se me hacía divertido imaginar la escena de ella tirada en la cama con la nariz llena de mocos y yo llevándole café caliente.

—Gracias. — me sequé con la toalla que me ofreció.

Ahora si que sentía el frío. Estaba tan solo en ropa interior, mojada, para colmo. Tensé todos los músculos cuando la brisa me golpeó, me sequé el cabello y cuando Akasha estuvo dentro conmigo, cerré el gran ventanal que daba a la piscina.
Le indiqué que me siguiera, subí hasta mi habitación y miré en el armario en busca de ropa seca. Cogí una camisa simple, blanca con dos rayas negras que la cruzaba verticalmente por el lado derecho, se la lanzé a Akasha y busqué algo para mí.

—Cambiate.

Sonreí suavemente sabiendo que no me estaba mirando. Con que cuidarme... nadie me había cuidado nunca.
Vi como se retiraba al baño para cambiarse, eso era lo mejor. Mi autocontrol en este momento estaba en sus mínimos.

Me quité la ropa mojada y la lanzé contra uno de los sillones. Me puse unos boxer negros y lo más importante; secos.
Una camisa azul marino holgada y unos pantalones negros. Simple y cómodo.
Cerré la ventana que daba a la terraza y me senté en el sofá, encendiendo la televisión. Miré hacia el baño cuando escuché la puerta abrirse y lo que ví me gustó, me gustó mucho. Mi camisa le sentaba endemoniadamente sexy. Esbozé una sonrisa al verla con esa expresión de vergüenza y estirando de la camisa para que no se le viera nada indebido, a pesar de que la camisa le caía hasta las rodillas.

—No te preocupes por eso.

Se acercó al sofá, para sentarse, pero recordó que como criada no podía simplemente sentarse, así que una vez cerca del sofá, se paro de pie al lado de su nuevo jefe, mirando de reojo la tele, pero sin mirarla directamente, aun con un leve sonrojo mirando aquella maldita camisa, si se levantaba, se sentaba o algo, sospechaba que sería bastante malo, después de todo no llevaba nada abajo, cosa que aumentaba la inseguridad de estar al lado del, suspiró levemente y se coloco mas derecha, mientras que de vez en cuando miraba la puerta del baño.

-Sécate rápido ropa del mal...que esto no es nada cómodo... -susurro levemente , estirándose de nuevo de la camisa, sin ser consciente de que así aumentaba el escote que esta le tenía, al no poder cerrarse del todo ante los pechos de la pantera- -Siento todos los incidentes que he causado en mi corta instancia Ichinose-sama...entendería que decidiera despedirme o si quiera contratarme

La miré de reojo, no se había sentado, a pesar de que habia venido hacia mi con la clara intención de hacerlo. Dibujé una sonrisa ladina.

—Puedes sentarte.

La forma que tenía de estirar de la camisa era hasta adorable. Era más vergonzosa de lo que podía parecer a simple vista.
Era una camisa ancha, y larga, o por lo menos a ella le quedaba así. Aunque a mi iba bien. Me reí de mi mismo. Claro que me iba bien, era mía. Aunque ella parecía incómoda.

—Puedo prestarte otra camisa, si así lo prefieres.

Suspiré al escuharla hablar. ¿Incidentes? Había causado mucho más que eso. Estaba trastocando mi casa y mi vida, y lo que más me sorprendía era que no estaba intentando evitarlo.

—Deja eso ya.

Observaba con atención cada uno de los gestos de Akasha sin que ella lo supiera. La discreción era una de mis principales cualidades, tenía que serlo para poder dedicarme a lo que me dedico y no acabar entre rejas. Estaba avergonzada, pero no creo que fuera por mi presencía ni por lo de la piscina, ella no es esa clase de mujer... Fruncí el ceño ¿Entonces qué? ¿Porqué se mostraba tan tímida y conservadora?

Suspiré restándole importancia. No intentaré comprender a una mujer.

Me confirmó la incomodidad que ya había notado. La miré con aparente indiferencia, mientras en la televisión empezaba un programa más estúpido que el anterior.

—¿A qué se debe? — si bien no estabamos en la situación más normal del mundo, de hecho, ninguna mujer había pisado nunca mi cuarto, no le encontraba nada de incómodo.

Seguí la mirada de Akasha con cierto desconcierto hasta que me topé con el viejo piano. Tensé todos los músculos de mi cuerpo y casi un gruñido se escapó de mi garganta. Ahora el que estaba incómodo era yo.
Chasqueé la lengua apartando la mirada. Había olvidado el maldito piano hasta que ella había tenido que meter el ocico. Por estas cosas supuse que sería más seguro resguradar el piano de lenguas curiosas en mi propia habitación que en el desván... Veo que me equivoqué.

—Se tocar muchos instrumentos. Y sí, sé cantar. Pero te rogaría que dejaras el piano como estaba y no volvieras a tocarlo nunca más.— la miré de una forma que no había mirado a nadie desde hacía años. Con rabia y amargura provocada por los recuerdos que ese montón de cuerdas me traían.

''La ropa''... practicamente no escuché lo que dijo después. Repase lo acontecido en la piscina y mi patético comportamiento.
La había tirado al agua vestida, por lo tanto, toda su ropa estaba mojada... y esa incomodidad podría ser exlpicada por...

—Oh... — se me iluminó la bombilla.

Y me reí, me reí como pocas veces me había reído. Así que por eso se mostraba tan tímida. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
Quise restarle importancia y fingir que no me importaba. Aunque en el fondo, saberla practicamente desnuda era... tentador. Aunque no soy la clase de persona que tropieza dos veces con la misma piedra.

La miré, sintiéndome estúpidamente culpable por mi rudeza al reprocharle haber tocado el piano.
Ese piano era lo único que conservaba de mi antigua vida. Nadie lo había visto, y mucho menos tocado, desde que llegué aquí.

—No pasa nada. — eso había sonado más como una disculpa por mi parte.

Y dí por zanjado el tema dado que sabía que ella no se atrevería a preguntar... o eso haría una sirvienta, viniendo de ella, no podía darlo por sentado. Me interesé por sus palabras. Así que tocaba el piano... No lo parecía.

—¿Dónde aprendiste?

Me levanté hasta estar a escasos centímetros del piano. Segui igual qeu cuando lo dejé. Menos por la marca de los finos dedos de Akasha marcados en el polvo de la tapa cuando la levantó.

—Historia... — repetí al escucharla hablar.

Todo el mundo tiene una historia. Algunas mejores, otras peores, unas más trostes y otras más alegres, pero todos compartían un pasado. Me había pasado toda la vida huyendo de mi pasado y ahora volvía a alcanzarme.
Por mi mente pasaban imagenes que creía olvidadas. Me dolía. Pero que doliese siginifacaba que había sido real.

—¿Quieres saber caul es la historia de este piano? — no la miré. Mi vista seguía fija en el instrumento.

Quería liberarme del peso del pasado, quería volver a ser libre. Sentía que si lo contaba a alguien, me sentiría satisfecho, y por fin había encontrado a ese alguien.

¿Marcarnos? Si ella supiera lo que me había marcado mi pasado. Y mi presente estaba condicionado a él. Fruncí el ceño y cerré los ojos. Quería olvidar, esta vez de verdad. Quería dejar a mi padre, a mi madre y sobre todo, a mi hermano, en el único sitio al que pertenecían ahora; el pasado. Y si para ello tenía que hablar de aquello que me había guardado como mi particular y exclusivo secreto, lo haría.

—Tu padre era un hombre listo... — pasé los dedos sobre la tapa de las teclas, llevándome el polvo.

La miré dadas sus últimas palabras. ¿Ella también tenía la necesidad de contarme su historía? La curiosidad me asaltó.

—Me parece bien. — me dejé caer sobre el taburete del piano.

Esto era dicil para mí. Guardé varios segundos de silencio que se me hicieron eternos.

—El piano era de mi hermano...