Tienes que estar de broma (Privado)

Sus pasos resonaban con fuerza por las calles mientras su respiración sonaba jadeante y cansada, ya llevaba media hora corriendo y escapando de ellos, y solo había conseguido poner unos cuantos metros de distancia, pero nada mas, aun no era suficiente para decir que estaba a salvo, quien le manda ser como era, se había metido en una pelea, unos tipos le pegaban a un pobre e indefenso chico, y el había recibido los palos del pequeño y había dado alguno claro, pero había recibido también lo suyo, muestra de ello era que su camisa blanca tenía leves manchas rojas, le habían partido una botella de cristal en la espalda y había sido jodidamente doloroso, ademas de que los cachos de cristal se clavaban como agujas.

//Maldita sea esto duele, necesito parar pronto y sacarme los cristales o algo, pero sospecho que estos tíos no me van a dejar así como así, y a un por encima la camiseta se roza y lo empeora, ¿quien me manda meterme donde no me llaman?//

Los pensamientos de Otoya eran reproches mas que nada, discusiones consigo mismo en las que su mente le gritaba lo estúpido que era por ayudar a alguien que habia salido corriendo a la primera de cambio, y ahora estaba ahí, en aquel callejón, arrinconado y sin posibilidad de escape-

-Mierda...

Otra denuncia de pelea. ¿Cuántas llevabamos ya? Muchas. Y para colmo siempre nos tocaba a Dmitri y a mi atenderlas "Soys los que más cerca estáis" dijo el capitán. Solo esperaba que no fuera Akasha otra vez.
Suspiré contra el cristal del todoterreno que teníamos como coche patrulla. Habíamos recogido al chaval que nos había llamado. El tipíco empollón de instituto, bajito, con gafas de culo de vaso y vestido con un camisa de rayas y un polo por encima. El pobre estaba aterrado, con la cara descompuesta, pálido, abrazado su teléfono móvil como si su vida dependiera de ello y recto como una vela en el asientro trasero del coche.

Mi compañero frenó en seco y me señaló como cuatro chavales arrinconaban a otro.

—¡Es él! — gritó el empollón, señalándo al chico acorralado a través del cristal. —¡Él es el que me ayudó!

Bajamos con rápidez y mi compañero no tardó nada en reducir a los cuatro matones. Sonreí, esto era lo bueno de tener a un ruso cachas por compañero.
Dmitri metió a los crios en el coche, esposados. Le dije que se marchara, la comisaría no estaba muy lejos y yo el otro chico no cabíamos.
Me acerqué al susodicho, alto, de un cabello rojo fuego muy similar el mio y unos grandes ojos del mismo color.
Creo que incluso me sonrojé al verlo, nunca había visto hombre más atractivo. Más me valía controlarme y ser profesional.

Alzé la cabeza para poder examinarlo mejor. Tenía el labio y la ceja roto, provablemente el pómulo izquierdo también. La camisa blanca ahora era roja y seguramente tendría todo el torso llenos de contusiones.

—Será mejor que llame a la ambulancia.

El dolor se fue, momentáneamente claro estaba, al ver que llegaba ayuda, ¡dios el había escuchado!, si claro, por eso lo había tirado aquel lugar perdido de ayuda y le había dejado sin sus alas, el caso era que le mandaba a un ángel, o si no, no sabía que otra criatura podía ser la hermosa mujer de cabello llameante que tenia delante, podía jurar que su mandíbula casi se descuelga, pero se recupero negando levemente y levantándose, porque si, había acabado en el suelo cuando le habían pillado, pero bueno, ahora se centraba en la pelirroja, se sacudió un poco la camisa y se limpio el labio sangrante con esta misma.

-Esto...estoy bien, no creo que haga falta, quiero decir no son heridas demasiado graves y puedo caminar por mi mismo...muchas gracias por salvarme, me llamo Otoya Ittoki...

Se intento mover mas pero al camisa le rozaba las heridas, un leve gesto de dolor apareció en su cara y con un poco de pena se dio la vuelta, dándole la espalda a la mujer de cabellos rojos, se desabrocho la camisa y se la quito, dejando su bien formada y fuerte espalda y a la vista aquel inmenso tatuaje de dos alas n algo desplumadas, y ademas llena de cortes.

-Perdone pero...¿Esta muy mal?

El rosario negro callo hacía delante y se sonrojo levemente por su pregunta, pero el no podía verse la espalda y quería saber si realmente era necesario ir a un hospital o no, despumes de todo era un esclavo sin dueño que se había ido, ¿le dirían algo?

Sí, mantuve mi fachada de chica policía, dura e implacable. Pero por dentro me permití el lujo de mandar la profesionalidad a la mierda. Nunca me alegré tanto de haber sido yo la que atendiera las peleas calljeras. Lo ayudé a reincorporarse, sujetándolo por el brazo. Dios santo, vaya bíceps. Si Akasha hubiera estado aquí habría dicho ''Erza ¿Quieres el cubo de las babas?'' o algo por el estilo.

—Es el procedimiento, debo hacerlo. — fueron apenas cinco segundos de llamada. En la central sabían cuando era que llamaba un policía y solían darle prioridad.

Le regalé una sonrisa quizá excesivamente amable.

—No tiene importancia, es mi trabajo. Soy Erza Scarlet.

¿Se estaba quitando la camisa? ¡Se estaba quitando la camisa! Mi vista se perdió en esa ancha extensión de músculos y piel tatuada. ¿No eran así como empezaban las peliculas porno? Porque yo estaría encantada de participar... Me reprendí por mi comportamiento, estúpidos fetiches. Pero por dios, una no es de piedra.

Intenté guardar la compostura y analizar las condiciones de su ancha y sugerente espalda. La tenía llena de cortes, algunos bastante feos, en los que habían incrustados algunos trocitos de cristal, debían haberle golpeado con algo de ese material. Se le había manchado el borde de los tejanos de sangre... Me sonrojé hasta las orejas cuando una idea muy perversa surcó mi mente. Menos mal que estaba de espalda y no podía verme.

—Po... podría infectarse, es mejor que te lo mire un médico...

Una sonrisa ladeada brillo en su rostro, su mirada bajo levemente, había visto ese sonrojo y algo en su cuerpo se había alterado, en sus ojos rojizos una chispa de perversión se encendía, se dio la vuelta y se acerco un poco a Erza, con dos de sus dedos tome su mento e hizo que la mirada de la policía se clavara en la suya.

-El sonrojo le queda realmente bien agente...


Su voz sonó diferente, mas aterciopelada, mas juguetona, acercó su rostro al ajeno y su respiración cálida choco con el rostro de la policía, sus labios cerca de los ajenos, rozandolos a penas cerca de ella mientras su nariz rozaba el rostro ajeno y sus ojos se divertían, sin que se diera cuenta el cuerpo del ángel acorralaba al de la joven contra la pared.

-//NO no no no!! ¿por qué mi lado oscuro ha salido asi de pronto? quiero decir ella es guapa y es verdad que el sonrojo le sienta bien pero...¿donde se fue mi control?!//

Se giró y mi vista bajó desde sus pectorales a los abdominales, perfectamente definidos. Alguien de abrriba debía odiarla muchísimo para ponerle ese cuerpazo en bandeja y no poder hacer nada.
Me qué con la vista clavada en su trabajado torso, buscando el autocontrol del que estaba tan orgullosa. Control que me costaba más encontrar a medida que se acercaba.

Alzé los ojos hasta clavarlos en los suyos. Era hechizante. Se estaba acercando demasiado, y no era prudente hacerlo. Me sonrojé furiosamente al escucharlo hablar. Su voz era aterciopelada y juguetona, acompañada por un brillo de perversión en los ojos que antes no tenía ¿De verdad era el mismo chico?
Cuando quise darme cuenta estaba acorralada contra la pared y su cuerpo. Mierda, esto no estaba bien, alguien podría vernos, yo era policía y encima estaba de servicio.

—Esto no... — la sirena de la ambulancia llegó a mis oídos y fue la oportunidad perfecta para escapar de esta bochornosa situación.

Puse una mano en su pecho desnudo y lo aparté con suavidad. Me acerqué a la carretera para indicar dónde estabamos. La ambulacia aparcó y bajaron una camilla donde acabó tendido Otoya.
Cualquier que hubiera notado lo rápido que latía mi corazón hubiera pensado que estaba al borde del soponcio.

-Lastima, quizás sigamos este juego a solas...solo si quieres y dejas que siga...

Agarro uno de los mechones de cabello de la pelirroja y lo beso para soltarlos, se dio la vuelta y fue tras ella hasta la ambulancia donde se sentó, ya que su espalda no podía tocar la camilla, entonces fue cuando le preguntaron, compañia, familia, demas....

-Soy esclavo, sin amo, sirviente, así que no, ni familia ni nadie a quien llamar...

Su mirada volvió a ser la misma de antes y al fijarse en la pelirroja se sonrojo de pies a cabeza, le falto echar humo, llevo su mano a su rostro e intento calmarse.

-L-lo siento señorita Erza...espero poder verla algun día, pero antes....¿me llevaran a la cárcel o algo? se que como esclavo no debería estar por aquí pero... no tengo amo ni nada de eso y no sabía que hacer, quería ayudar a ese chico...ita!

Se quejo al notar que uno de los enfermeros le quito un cristal y suspiro levemente, se pensaría dos veces la próxima vez, antes de meterse a una pelea de un cuatro contra uno.

Como única policía presente estaba obligada a acompañarlo al hospital al estar Otoya implicado en la pelea. Sonreí dulcemente, subiendo a la ambulancia. El ayudante de paramédico cerró la puerta, y escuché el motor encenderse.

—No te despidas, debo acompañarte. — y me tomé la libertad de cogerle de la mano, para darle apoyo. —No te preocupes por eso, ahora todo estará bien. — si era un esclavo sin amo, no podía ir tan campante por ahí... Pero permitiría que fuera a la carcel, ya se me ocurriría que hacer.

Pero no podía dejarlo tirado a su suerte. Algo dentro de mi se estrujó dolorosamente al escucharlo responder a las preguntas de los enfermeros. Estaba solo... era muy triste.
No tardamos demasiado en llegar al hospital. Otoya fue rápidamente atendido y llevado a una habitación. Me quedé fuera, mirando como lo atendían y curaban desde el otro lado del cristal.

-No, no tengo familia, murieron hace tiempo...un teléfono de contacto, quizás Ichi-kun... no se, nunca he tenido a nadie en quien confiar realmente y cuando llegue a esta isla no sabía acerca de esa política de los esclavos...

Seguía respondiendo a sus preguntas incomodas, no le gustaban pero bueno, tenía que responderlas, al notar como ella tomaba su mano y la estrechaba el hizo lo mismo, se sentía seguro con ella al lado, sonrio levemente mirándola y puso otro gesto de dolor, un trozo de cristal menos.

-Muchas gracias Erza-san es muy amable, normalmente la gente no suele ser tan amable conmigo...

Ví como lo atendían, sacándole los cristales, limpiándoles las heridas y vendandolo. Mi teléfono sonó, era mi compañero, que me explicó detalladamente todo lo que había pasado en la comisaría, a lo tonto, ya habían pasado un par de horas.
Sonreí cuando la llamada finalizó, buenas noticias para Otoya. Me acerqué a la habitación al ver como ya habían acabado las curas y como Otoya respondía a las preguntas del médico, que por la expresión de su rostro debían resultarle incómodas.

Esperé fuera, esperando al médico, que al salir me comentó él estado del chico.

—Está fuera de peligro, las heridas no eran nada que suponiera un peligro importante. Pero hay un problema. — alzé una ceja ¿Qué problema? —Esta clase de heridas requieren de curas en casa, cambiar las vendas, asegurarse de que toma los antibióticos adecuados... Y al estar en la espalda es necesario que lo realice otra persona, pero el paciente me ha dicho que no tiene familia y que vive solo.

Debía ser duro para Otoya estar en estas circunstancias, y más teniendo en cuenta lo de ser esclavo. Le agradecí al médico y entré en la habitación.
Me senté en una sillaque había al lado de la camilla dónde estaba el pelirrojo.

—Tengo buenas noticias para ti. — sonreí, lo mejor era decirle primero lo que me había dicho mi compañero. —Los cuatro chicos que os atacaron eran mayores edad, lo cual es bueno para ti, si no podrías haber tenido graves problemas. Y como el chico que protegiste a declarado a tu favor no se van a presentar cargos contra ti. — ni siquiera me dí cuenta que había vuelto a cogerle de la mano.

Un suave suspiro salio de sus labios, y juro que durante un instante sintió lo mismo que había sentido al ver como mataban a sus padres delante del, la soledad parecía golpearle con tanta fuerza que le mareaba, revolvio sus propios cabellos rojos y despues miro a aquella que entraba, con una sonrisa, sonrió levemente al verla, aquella mujer tenia una sonrisa contagiosa, con su mano entre la suya , la diferencia clara, una mano fuerte, ancha y una pequeña, suave, alzo la vista , mirandola.

-Me alegra saberlo, aun que no me hubiera importado recibir cargos, si ese chico salio bien parado el resto no importa, y muchas gracias por todo lo que hace, pero se ve en sus ojos almendra que eso no es lo único que quiere decirme...tranquila Erza-san, tengo experiencia en recibir malas noticias

Acabo por soltar la mano de ella aun que eso significara sentirse extraño, aquella mujer le trastornaba de mas y eso nunca era bueno, se acomodo en la cama con cuidado, y suspiró, se imaginaba a su buen amigo Ichinose gritando, diciéndole que era idiota y demas, pero el era así, y después estaba el problema de su situación.

-Tiene que ver con mi situación desde que llegué a esta isla, ¿verdad?, ¿ ha venido a arrestarme o algo así?

Ese chico... tenía algo que me cautivaba. Ahora más allá de su físico de infarto, era su gran corazón, esos ojos, que debían haber visto tantas cosas horribles y aún guardaban ese brillo de alegría.
Y pensar que alguien como él estaba solo... era muy doloroso.

—Has sido muy valiente. — no me refería a la pelea, sino al hecho de poder vivir con un pasado tan triste a las espaldas y conservar esa sonrisa tan bonita.

Me avergoncé un poco cuando soltó mi mano, supongo que debía haberlo incomodado, a fin de cueentas, yo no era más que una desconocida.

—No voy a detenerte, de hecho, no voy a decir nada respecto a eso. — sonreí ampliamente.

Si dijera algo, lo detendrían y volvería a estar solo, y por alguna razón, me sentía muy implicada con él.

—Iba a decirte que necesitas vivir con alguien hasta que se te curen las heridas, alguien tiene que hacerte las curas en la espalda y asegurarse que tomas los médicamentos. — acerqué un poco la silla a su cama. —Si tuvieras a algun amigo que pueda hacerse cargo de ti...

-Nunca he sido valiente, es mas sigo sin serlo, aun tengo miedo a la soledad...

Miedo era decir poco, le aterraba aquella soledad, ser perseguido de nuevo por ello le dolía, se sentía incomodo, pero no por ella, claro que no, ella le calmaba, de una forma extraña, pero parecía ser aquella parte que hacía tiempo le faltaba, la miro fijamente y se acerco un poco a ella, sin poder evitarlo.

-Erza-san es usted muy amable por no arrestarme, pero como le dije estoy solo, así que no se que hare con respecto a lo de las heridas aun que no creo que sean graves, quiero decir sabre como apañarmela...

Mentira,mentira y mentira, se habia movido apenas unos centímetros y la tela habia rozado una de las heridas vendadas, y juraba que había visto las estrellas, pero como...¿Cómo encadenar a el a una persona como Erza?...esa era su primera preocupación.

Esbozé una sonrisa. Este chico cada vez me sorprendía más. ¿Era posible formar un vínculo con alguien a quien apenas conoces desde hace tres horas? Ahora creo que sí.

—Todo el mundo le teme a la soledad, yo soy la primera. — reí levemente, me sentía muy cómoda a su lado.

No quería irme pero todavía estaba de servicio, aunque mi compañero sabía que estaba en el hospital, él me cubriría las espaldas un rato.
Una sonrisa triste apareció en mis labios.

—Sé como te sientes, y si no tienes a nadie, bueno... podrías quedarte en mi casa hasta que se te curen las heridas, solo si tu quieres, claro. — sonreí ampliamente. Si se quedaba conmigo, ya no estaría solo.

-Me encantaría...quiero decir eto...a riesgo de parecer un aprovechado, me encantaría quedarme contigo, quiero decir para mi espalda, para mi ayuda, eto yo...am ¡ya se!

Sin pensárselo demasiado extendió su mano hacía una de sus pocas pertenencias, una de las pocas cosas que había amontonada allí, una guitarra acustica,sin pensarselo demasiado comenzó a tocar, la música comenzó a sonar, haciendo que todo se llenara del sonido de aquella guitarra, el angel despego de sus labios, y con una voz embrujadora comenzó a cantar.

-Beauty queen of only eighteen she had some trouble with herself
he was always there to help her she always belonged to someone else,
I drove for miles and miles ,and wound up at your door I've had you so many times but somehow i want more ...

Su canción realmente parecía hacer que todo a su alrededor se calmara, su voz rasgada , profunda y masculina cantaba con tranquilidad y serenidad, como una forma de agradecimiento, expresando lo que aquella mujer le hacía sentir.

I don't mind spending everyday out on your corner in the pouring rain look for the girl with the broken smile ask her if she wants to stay awhile and she will be loved she will be loved


Cuando la canción se acabo la miro, con una expresión un poco temerosa, ¿le habría gustado?, le diria algo?, ¿no le serviría aquello como agradecimiento? ?querria algo mas? , se sonrojo al pensar en ese mas y agacho la mirada soltando la guitarra.

Reí ante su graciosa forma de tropezarse con las palabras, contenta de que haya aceptado mi oferta. Sería algo nuevo para mi que alguien me esperara en casa.
Ví con extrañeza como cogía la guitarra acustica en la que hacía un rato me fijé. No sabía que supiera tocar, ni mucho menos cantar.
Pero sus dedos al sacar la melodía de las cuerdas, y su voz al cantar era algo... mágico. Me quedé cautivada escuchándolo. Fue como si todo lo malo que me hubiera pasado, el criarme en la calle o la muerte de mi padre ya no importara.

Cuando acabó de cantar ni siquiera supe que decir, hasta que salí de mi trance personal. Vaya, había sido impresionante.

—Tu voz al cantar... es hermosa. Ahora me siento completamente en paz. — susurré, aún cautivada.

De mis labios se escapó una sonrisa un tanto meláncolica. Escuché aplausos a mis espaldas, me giré para ver como gran parte del gabinete médico, incluyendo a enfermeras y gente que pasaba por ahí, miraban a Otoya con una sonrisa de oreja a oreja. Debían haberse acercado cautivados con la música. Miré al chico con una sonrisa quizá, demasiado luminosa.

—Todos parecen pensar como yo.

-¿en serio? no es nada del otro, solo quise cantarte, quiero decir, no se me ocurria otra forma de agradecerte todo lo que estas haciendo por mi, quizas sea algo patetico o algo raro pero, no tengo otra forma de agradecerte todo, absolutamente todo, lo bueno que haces por mi en estos momentos, que no es poco

Se incorporo en la cama y dejo la guitarra y entonces escucho los aplausos asintió con la cabeza a modo de agradecimiento, se revolvió el cabello avergonzado de recibir tanta atención y se levanto de la cama, para acercarse a Erza y darle un abrazo, con fuerza pero con cuidado, con algo de cariño, tras ver su sonrisa no había podido evitarlo.

-Muchas...muchisimas gracias...Erza

—Es una fántastica forma de agradecer, debería haber más personas como tu. — sonreí, levantándome. —Viviríamos en un mundo mucho mejor.

Sonreí, hoy estaba sonriendo mucho. No sería estúpido afirmar que la presencia de Otoya me impulsaba a ser mejor persona. Sus gestos, su voz y su sonrisa, todo le resultaba encantador y adorable.
Me sorprendió el hecho de que me abrazara. Reí levemente, quise devolverle el gesto pero me dí cuenta que tenía la espalda vendada y no quería hacerle, así que llevé una de mis manos a su cuello.

—No tienes nada que agradecerme.

-Si , eso es cierto, sin duda el mundo sería mucho mejor, pero lo sería si hubiera mas personas como tu Erza, sin duda eres una grandisima persona, espero que siempre seas feliz..-

Se tuvo que morder la lengua para no soltar un conmigo, Dios sabia, y bien que lo sabía el condenado que había preparado ese encuentro, que pensaba amarrarse a la pelirroja con uñas y dientes, no le importaba nada mas que eso, se había encariñado con ella desde el momento en que le había visto, su mundo se había venido abajo y ella había comenzado a ser su mundo, ¿se estaba enamorando? quien sabe, solo sabía que quería estar mas y mas cerca de ella-

A mi nariz llegó el olor de Otoya. Era una mezcla afrodisíaca que me absorvió por completo.
Ni siquiera me habia dado cuenta de cuando habia enterrado los dedos en su cabello, rojo y suave.

—Exageras. — reí con suavidad.

Otoya tenía algo que nunca había visto en nadie, tenía un aura a su alredor que no sabria muy bien como describir. A su lado me sentía en paz, segura. Desde el momento en el que lo vi sentí que ya no podría separarme de él. El no querer depender de nadie se había derrumbado como un castillo de naipes.
Me separé un poco para mirarlo a los ojos, rojos, grandes y preciosos. Le sonreí con ternura. Aunque quisiera ya no podría separarme de él.

-Para nada, solo ten en cuenta que has decidido ayudar a un simple extraño como yo, eso es algo que ya de por si te honra... mucha mas el ser como eres, sin duda Erza, una de las mejores cosas que me ha pasado a sido conocerte...

El ángel de cabellos rojo sonrió, mas al notar los dedos de la joven entrelazados en su cabello, le gustaba, acarició el rostro de al pelirroja, después sus largos cabellos rojos, y se sintió vivo de nuevo, vivo, como cuando era feliz y completo, como cuando aun tenía sus hermosas alas, no, se sentía mucho mejor, ella le miró a los ojos, y el sintió una tentación que su cerebro, ni su parte oscura querían callar.

-¿puedo besarte? - las palabras habían salido en un susurro, pero aun así habían sonado claras y concisas, notorias, firmes, el se perdía en sus ojos, tanto que no era consciente de lo que había dicho en verdad.

¿Un extraño? Sí, lo era, no sabía nada de él, prácticamente, pero no me importaba. Sentí que un lazo me vinculaba con él, uno muy fuerte que no estaba dispuesta a romper.
Me sonrojé levemente, si saber muy bien que responder a eso.

—Me alegro de haber sido yo la que atendiera ese aviso de pelea en la central. — susrré levemente, sintiéndome un poco estúpida.

Me estremecí al sentir sus manos y mi sonrojo aumentó. Me reprendí mentalmente por mi atitud, era una policía y estaba de servicio. Me sorprendió que hacía mucho rato que esto había dejado de importarme. Vaya policía de mierda estoy hecha.

Las siguientes palabras de Otoya me pillaron por sorpresa, y me sonrojé como un tomate maduro. ¿Besarme? ¿Cuándo? ¿Ahora? ¿Me estaba pidiendo permiso? Nunca ningún hombre me había pedido permiso. Era tan... adorable.

—Eso... — estaba bloqueada, hecha una manojo de nervios y sin saber muy bien que responder.

¿Qué demonios era? ¿Una quinceañera que nunca ha besado a un hombre?

-Creerme que a mi también me alegra , que fueras tu la que atendiera ese aviso, porque de solo pensar que nunca nos habríamos conocido se siente un tanto mal...

Mas bien se sentía horrible, pensar no conocer a una persona tan fascinante como estaba resultando ser Erza Scarlet era algo horrible, paso sus manos por su espalda en una suave caricia, mientras que sus labios rozaban el cuello ajeno y respiraba su aroma, le gustaba el olor de la chica, una sonrisa traviesa marco sus labios, mordió levemente aquel trozo de piel, le gustaba notarla nerviosa, se sentía poderoso, subió su rostro, hasta fijar sus ojos con los de ella.

-Creo que eso fue un si...

Y así se apoderó de los labios de la contraria, primero con un simple roce, leves caricias con sus labios en los de ella, después se convirtió en algo mas hambriento, la beso con mas necesidad, mordiendo su labio inferior, nunca se había sentido así, nunca había querido atarse tanto a unos labios, como ahora estaba sintiendo.

¿Pero como un chico tan adorable podía resultarme tan provocativo a la vez?
El color de mi rostro no tenía nada que envidiar al de mi cabello. Un suspiro inconsciente se escapó de mis labios cuando sus manos se escaparon a mi espalda. Sentí sus labios rozar mi cuello y no exageraría al decir que las piernas me temblaron. Su cabello me hacia cosquillas en la mejilla y su olor recorria mis fosas nasales. Era tan afrodisiaco...
Cerré los ojos con fuerza sin entender el nerviosismo que este Otoya provocaba en mi. Nunca me había sentido así.

Sentir como me mordía el cuello me devolvió a la realidad. Esto no estaba bien. Cualquiera podía vernos y yo estaba de servicio... Aunque mandé todo a pastar cuando sentí sus labios atrapar los mios. Por una vez me dejé llevar. Suspiré contra sus labios cuando el beso fue más demandante. Correspondí con la misma intensidad. Siquiera me di cuenta de cuando había enterrado los dedos en ese cabello rojo fuego que gustaba.

No quería cortar aquel beso, para nada, no sabía ya si era su parte oscura la que le decía que se acercara mas o el mismo, pero le gustaba estar así, sus manos bajaron a la cadera de la policía, pegándola a su cuerpo por inercia, le gustaba cuanto mas cerca mejor, y al notar como le correspondía, que enredaba sus dedos en su pelo, una sonrisa de victoria marco su rostro, acabó de morder el labio inferior de ella y se separó levemente sin soltarlo, hasta soltarse y separar los labios del todo de los de ella.

-Es usted realmente adorable señorita Scarlet, pero lamentandolo mucho deberemos de dejarlo aquí, viene alguien y ademas vienen a darme el alta, aun que si lo desea, proseguiremos en su casa
-Le guiño un ojo levemente y se separo del todo de ella, no sin antes robarle un corto beso, se dispuso a preparar todo, y cuando la enferma entro, el sonrió dulcemente, como si nada hubiera pasado.