A la caza de la Ookami...

El Saxo de tono carbón cromado circulaba a más de noventa kilómetros por hora en una carretera interurbana casi desierta, sin indicios de gente viva caminando por arcén o algún coche yendo en el carril contrario. Era una mañana tranquila, despejada, con una suave brisa y unos pocos gorriones revoloteando por aquí y por allá. Nada parecía corromper la monotonía y austeridad del lugar, a excepción del vehículo desfilando veloz por el carril derecho, dirigiéndose a un incierto destino.

Lo conducía un Demonio peliazul, vestido con una camiseta azabache de algodón, dejando al descubierto los vendajes que le cubrían antebrazos pero que no dejaba ver los tatuajes de su torso. Junto a un lazo de lunares actuando de cinturón, estaban esos pantalones que usaba para toda ocasión informal. Y unas deportivas para rematar, aunque era partidario de llevar chancletas. De lo que nunca se olvidaría Kamina era de sus estrafalarias y anaranjadas gafas de sol. Su meta, bajo el transporte del Saxo, era la Lemon Land Shop, más en concreto, una ''mascota''. Oyendo con su moderna radio Blinded in Chains a unos decibelios estratosféricos, aceleró más para aprontarse en llegar a la tienda. Tenía el volante tomado con una mano, mientras el otro reposaba sobre la ventanilla del conductor, corrida totalmente abajo.

Casi se pasa de largo de la tienda, pues nada más detectar el establecimiento, dio un brutal derrape con su coche, estacionando un poco más allá y cerrando el coche gracias al pequeño dispositivo que tenía en el llavero, una vez salido del Saxo. Entre otras cosas, se podía permitir el lujo de tener una casa más o menos acomodada y un coche, aunque no actual, pero más modernizado con todos esos cachivaches que su amigo Max le instaló en el taller mecánico. ¿Razón por la que venía a Lemon L. S.? Llevaba tiempo por ciudad y pronto notó que se puso de modo tener un o una ''pet'', una (normalmente agradable) compañía con la que disfrutar, compartir el tiempo y ''juguetear'', aunque ahí ya el Demonio malpensó muy malamente. Incluso se planteó la posibilidad de que el no estar solo pdría alegrarle la vida, estaba tan concentrado en las trivialidades de la vida que ni paró a pensar en qué decisiones tomar. Sin emabrgo, esta mañana, con recursos económicos en mano y ansias de tener a una ''compañera'', procedió a inmiscuirse tienda de pets adentro.

Una vez allí, metió manos en bolsillos y sus gafas observaron de izquierda a derecha todo lo que por allí se cocía, no tardando en hacerse audible la voz del peliazul, suave como el aceite, pero aterradora como el trueno más diabólico:

- ¿Hola? Vengo a comprar.

Se quedó a la espera de que alguien le atendiese, en tanto que observaba ciegamente de frente y paciente. Era todo tan intrigante y emocionante, nunca había comprado a ninguna persona. Caviló que sería un gran negocio y que el jefe o jefa estaría forrado.

El día estaba más que agitado, tenía muchas cosas pendientes aun que hacer y sentía que apenas y cumplía con la mitad de la lista que la noche anterior había escrito. Las luces, los globos, la comida, entre miles de cosas más que aun no estaban preparadas y esa misma noche tenía que tener minimo la mitad lista. El estrés carcomía la integridad de la azabache, y solo para rematar, unas llamadas indiscretas de un hombre que hacia pasarse por Santiago solo para molestarla.

> Creo que tendre que cerrar la tienda... < suspiro con pesar tomandose la frente, pues en el escritorio tenía los papeles del evento, las ventas que ese día se habían efectuado y un celular que no dejaba de tocar la misma canción de maroon 5.

Su estado era por demás decadente, llevaba puesto un delantal roto por la parte de abajo pues un esclavo neko la araño, el esclavo era nuevo y ese tipo de reacciones eran algo normales y hasta pasajeras, pero en su ropa no lo era del todo. Su cabello, su fino y suave cabello estaba alborotado por las exigencias del día y que en la mañana no pudo ni pasarse un peine de lo ocupada que estaba su mente. Y eso solo hablando del exterior, porque por dentro tenía la cabeza hecha nudos, el estomago gruñendo del hambre y los pies punzando de horas de estar parada trabajando, corriendo y caminando.

> Definitivamente la cerrar... < no alcanzo a terminar cuando escucho el sonido de la puerta abrirse con el conjunto de lo que parecía un saludo, Crystal estaba demasiada cansada como para entender > ... Bienvenido a Lemon Land... lo siento pero estoy por cerrar < dijo con una cara de cansancio que el Zombie más aterrador podía sentirse identificado. > Si quieres... puedes ir a la velada de mañana, ahí estaremos ofreciendo a nuestros esclavos en un ambiente más relajado... < busco entre los papeles del escritorio las invitaciones que repartió por la ciudad, haciendo un desastre con las hojas > ... m-mira aquí está... < se la entrego con una timida sonrisa por el desastre que hizo.

Le daba mucha pena correrlo, pero no tenía opción, si veía otro papel extra en sus manos enloquecería, además de le que le era más correcto tratarlo cuando su cordura estuviera plena.

Paciente esperó el Demonio a que vinieran a atenderle, con pensamientos sumidos en la supuesta compra. ¿Ahora sería como cuidar de una pet o mandonear a una esclava? Se las arreglaba bien solo y no tenía por qué acudir a nadie ya que se consideraba autosuficiente, pero también había que sentar la cabeza y pensar en compartir tiempo con alguna otra persona. No podía vivir solo, no quería encerrarse en sí mismo y volverse loco quizás.

Aguardó sin nervios a que apareciese alguien y pronto se materializó ese ''alguien''. Aunque se guardó las ganas para otro día, Kamina quiso gritar a los cuatro vientos ''Cenicienta'', a juzgar por el físico que presentaba la chica. Una joven hembra que probablemente rondaría por los veinte años. El peliazul no movio ni un solo músculo facial, simplemente se fijó por un momento en su aspecto: resguardado su vestido por un delantal desgastado, parecía como si se hubiese liado a pateos con algún felino, pues esos arañazos bien que podrían ser de otra cosa, pero esa fue la primera impresion del demonio. Tenía el pelo revuelto, supuestamente porque trabajaba mucho y descansaba poco o nada. La encargada parecía extenuada, fijo que trabajaría con poca mano de obra y con mucho material que cuidar.

Se mantuvo callado hasta que ella terminase de hablar y demás, llegando a oír que ya cerraban, toda una pena. Dio un pequeño suspiro y asintió, pero por donde una puerta se cierra, otra se abre, según un pequeño dicho que había escuchado. La morena le informó de una velada que habría, donde podría adquirir a su pet. Le alargó un papelajo que el peliazul tomó con una mano, asintiendo y sin decir ni un solo pretexto a favor ni en contra.

¿Así que sería en la velada donde podría tenerla? Le dedicó una discreta reverencia a la dependienta de la tienda y sus talones giraron sobre sí mismos, con papel en mano y leyendo un poco para informarse de la nueva situación... ¿Ahora tenía que ir a un pequeño evento? Esperemos que no llamara mucho la atención y que la esclava apareciese rápido...

Salió de tienda leyendo ensimismado el papel, dirigiéndose ciegamente al Saxo. No era muy amante de las fiestas, pero tampoco quería renegar de la celebración.