''Relax'' [PRIV.: Noctis & Erza Scarlet][+18]

El sol declinaba en el horizonte, un anaranjado atardecer, cálido, pacífico, hasta nostálgico. Aquel sábado en el que las gentes daban por terminada su jornada laboral matutina y pasaban a reconfortarse en sus casas con sus familias, amigos y cercanos. Las calles se iban vaciando de gente, pues la noche venidera iba a ser movidita y con gran festejo. Sin embargo, eso no entraba en la creencia del joven Bambino.

Normalmente me ocupaba de los trapos sucios todos los días de la semana, pero este sábado hubo mucha demanda de coches que arreglar en el taller mecánico. Y es que los fines de semana, la agenda sde me atoraba al salirse la juventad a darse paseos por aquí y por allá con sus patéticos carros. Luego de haber regresado a mi solitario y desértico hogar, me dí una ducha rápida y almorcé en menos de media hoira, para después darme cuenta que no tenía nada que hacer.

El aburrimiento anunciaba darme la lata lo que quedaba de día, así que traté de contactar con los amigos ''negociadores''' que tenía por Heaven City. No había movimiento en la venta de armas, por lo que mi presencia allí no era necesaria, ni tampoco se celebraba ninguna carrera ilegal de bugas, así como tampoco me llegó ningún aviso de llegada de anabolizantes a aquel punto. Tras luego de haber meditado unos pocos minutos, decidí ir a Aguas Termales a relajarme un poco.

Llegué andando, pues no tenía por qué gastar el combustible de mi cochazo por recorrer un par de kilómetros. Al introducirme en la entrada del local de los baños, observé que estaba en sumo silencio, hasta parecía que el encargado fuera a dormirse de un momento a otro. No llevaba armas ni nada por el estilo, tan solo mi billetera y el llavero. Lo más interesante es que los baños eran mixtos, pero a juzgar por el silencio, dudé que hubiera alguien más. Me desnudé por completo en los vestuarios y a mi cintura rodeé una blanca toalla que alcanzaba hasta las rodillas.

Marché hacia la entrada de las aguas termales. En mi pecho se apreciaba a simple vista el tatuaje de la negra calavera con sus alas de murciélago, recordando tiempos de terribles guerras.

Al descorrer la puerta, observé quién habría ahí. Un extraño silencio se apoderó de repente del lugar. Suspiré alegre. No había nadie, al parecer, por lo que procedí a entrar y tomarme un relajante descanso en las aguas termales, sin nadie que me molestase... de momento.

No había tenido un día particularmente tranquilo, la verdad es que hacía años que ninguno no lo era.
Levantarme con las gallinas, ducharme, desayunar, coger mi arma y mi placa, ir a la comisaría, hacer el papeleo, ir al escenario de un crimen y seguir pistas, volver a casa al atardecer, tirarme en el sofá a ver la televisón y comer un donut mientras repasaba el informe de un caso tribial... mi vida se había vuelto demasiado monótona.

No es que me disgustara mi trabajo como inspectora, al contrario, pero me solicitaban para más casos de los que podía llevar y al final nunca tenía tiempo para mí.
Aunque por una vez, me permitiría un lujo. Salí de la comisaría y en lugar de tomar el camino normal hacía casa para seguir con mi aburrida rutina diaria, fui a las Aguas Termales, relajarme era lo que más necesitaba, liberar tensiones con algún chico tatuado incluso... Reí.
Qué más daba, entre las cuatro paredes dónde vivía nadie me estaba esperando.

Entré y todo estaba en un silecio sepulcral, y no es que yo frecuentara esta clase de lugar, pero pensaba que estaría más animado.
No pude evitar sonreír ante el hecho de que lo baños fueran mixtos, pero por el silencio que había, lo del chico tatuado sería otro día.

O quizá no.

Entré, con una toalla cubriendo mi quizá, demasiado desarrollado cuerpo.
Parecía que por una vez, los dioses habían hecho caso a mis plegarias y me habían enviado a un chico atractivo, tatuado y desnudo para mi sola.

La soledad era una mala amiga que casi siempre disgustaba a cualquiera. A no ser que fuera un individuo muy cerrado, muchas pegas tenía el estar sin compañía. Aunque ello le disgustase al ángel caído, quizá pensó en irse de copas luego de relajarse un poco, porque eso de estar solo no entraba en sus hobbies. El cielo anaranjado era espléndido, una bonita vista que merecería la pena ver. No se oía a ningún pájaro, ninguna voz que alterase el armonioso equilibrio del sagrado silencio.

Hacía una temperatura perfecta aun en horario vespertino y mis iris de azul-grisáceo recorrieron cada metro del lugar. Eran baños mixtos, por lo que no habría más baños que estos. Una gran empalizada de madera delimitaba el área de los baños termales, para evitar que se colaran gentecilla descarada y para que no hubiese grupillos de mirones... o mironas. No conté los estanques, entre cuatro o cinco, tan sólo me fijé en uno circular y de gran tamaño, marcando unas gordas piedras el límite del piso y del agua termal. Iba aacercarme más a ver cuando pronto escuché que entraba alguien más. Giré mi cabeza para verla de reojo, la sorpresa fue mayúscula.En apenas unas décimas de segundos divisé a una bella joven con... ¡cabellera pelirroja! No tardé en volver a mirar de frente quedando de espalda a la chica que había entrado. Debía tratar de evitar montar un espectáculo por culpa del fetiche presente.

- Buenas tardes - Observé con ojos entrecerrados el estanque en el que pensaba darme un baño relajante, pero mi curiosidad se asentó pronto, como una pesada losa en la cabeza, que me impedía cavilar más allá de lo que quería, así como una pizca de nerviosismo al saber que estábamos S.O.L.O.S. No visualicé del todo a la hermosa joven que recientemente acababa de ingresar en baños mixtos, junto conmigo, pero me gustaba estar en compañía, así que, por iniciar alguna charla, comenté:

- Bonito sitio.

Paz. Eso era lo que se respiraba en ese lugar.
Inalé todo el aire que pude, sifrutando del magnífico silencio al que por desgracia, no estaba acostumbrada.
Me tomé mi tiempo para admirar cada centímetro del lugar. Era hermoso, tanquilo y tremendamente acogedor, de tener tiempo, volveré aquí.

Habían muchos estanques, mucha humedad, y un chico guapo para mi sola ¿Qué más podía pedir?
Me saludó dándome la espalda, me pareció algo de mal gusto, pero gracias a eso tuve la oportunidad de admirar su espalda. Me mordí el labio, estúpidos hombres con sus sensuales espaldas y estúpida yo por mis gustos raros.

Me acerqué hasta el estanque que el chico estaba mirando tan fijamente, quizá esperaba ver salir a un hada o algo así. Entré en el agua sin mayor dilación y noté la toalla aflojarseme, no me importó. El agua estaba a la temperatura ideal, ya podía notar como todo el cansancio acumulado empezaba a disiparse.
Miré al chico y le sonreí aparentando ser todo lo normal que pude.
Guapo, cuerpo perfecto, piel y ojos claros... y un tatuaje en el pectoral. Tendría que montar un altar y agradecerle aquello a todos los dioses habidos y por haber.

-Sí, es muy relajante. - me acerqué a él y le tendí la mano.

Gracias papá, por enseñarme a controlar mis deseos, porque de otra forma, ya le habría saltado encima al pobre chico.

-Soy Erza.

La tranquilidad del atardecer se trocó con una desconocida presencia, apenas me incomodaba que haya venido una bella joven a darse un respiro por aquí. Nunca la había visto por Heaven City, y eso que salía todos los días y viajaba más que un carretero. Luego de mirar discretamente de un lado a otro, confirmé que sólo estábamos la belleza pelirroja y yo. Unos pensamientos libidinosos y fugaces atravesaron mi mente, los traté de espantar.

Pronto oí unos pasos y de refilón divisé que se me aproximaba. Fue una falsa alarma, pues la pelirroja se dirigió a donde el baño termal. No lo pude evitar, plasmé toda mi atención en ella. Estaba ahí estático, sin saber qué hacer por culpa de la presencia de la fémina. No adivinaba la altura exacta, pero parecíamos tener una talla similar. A juzgar por su esbelta figura, seguramente pesaba menos que yo. Aun y con toalla, podía apreciar que tenía un cuerpo de alucine. Su cabello pelirrojo me absorbió la atención un buen rato, mi fetiche. Afortuinadamente, también sabía algo de autocontrol, pero me atenía al dicho de ''mejor prevenir que curar''.

Vi cómo entraba en el agua y tragué saliva, entrándome unas tremendas ganas de colocarme a su lado. Me acerqué al estanque donde se relajaba ella, que pronto dio su opinión, la cual yo también compartía. Luego de dedicarme ella una pequeña sonrisa, para luego meterme al baño termal y dar un efímero suspiro. Era reconfortante, como si hiciera desvanecer todo el estrés y fatigas de cada músculo mojado por esa mágica agua curativa. Poco después, contemplé que se me acercaba la chica e iniciaba su ritual de presentación. Luego de haber terminado, tomé con cierta cortesía su suave mano y le besé el dorso de esta:

- Un placer conocerte, Erza, puedes llamarme Noctis.

En un principio, quería un acercamiento, así que me hice el interesado:

- ¿Cómo es que has venido aquí sola?

Ni me percaté de que todavía seguía sosteniendo la mano de la pelirroja...

La tranquilidad se respiraba en todo el lugar, y nuestras voces rompían el armonioso silencio del lugar. Sonreí para mis adentros, quizá, en ocasiones una conversación era mejor que el silencio... y un poco de marcha era mejor que una conversación.

-//Estoy enferma// - no, lo que estoy es de celibato, dos meses y ya no puedo más.

Ya por la calle miro a los hombres con cara de violadora perturbada.

Las puntas de mi cabello flotaban en el agua, quizá debería habermelo recogido antes de entrar. Con esto de no pensar antes de hacer las cosas me estaba empezando a parecer a mi hermana. Aunque no pensar era lo que buscaba al haber venido aquí.
Sentí la cara arder cuando me besó la mano. Con todos los pensamientos no aptos para menores con él como objeto que había tenido en escasos minutos y me tenía que sonrojar por una muestra de cortesía. Soy tonta.

Parecía más joven que yo, aunque poco me importaba. Sonreí levemente, aun sonrojada. al final había resultado ser un chico muy agradable.

-Porque no tenía nadie con quién venir. - podría haberse interpretado como algo triste pero realmente no era así, no tenía nadie con quien venir pero ya estaba acostumbrada a estar sola en mi vida privada. -¿Qué hay de ti? ¿Porqué estás solo?

Tenía una mano tersa, agradable al tacto, sin darme cuenta, no anhelaba dejar su mano, pero un pequeño factor que no contaba apareció. Alcé una ceja al ver el rubor en sus mejillas e instintivamente solté su mano por si había hecho algo de lo que ella se avergonzase. No quería incomodarla, pero la veía muy linda con aquel sonrojo.

Erza dijo que no tuvo a nadie con quien venir, quizá tuviera amigos, pero estos posiblemente andasen de parranda. No me importaría quedarme con ella por aquí, en esta sesión de baño relajante, además de que ese sonrojo la delató extrañamente por el beso que le dí en la mano. Sonreí para mis adentros y me acerqué un poco más a ella, acortando distancias entre su cuerpo y el mío, casi al punto de rozar mi pecho con sus prominentes senos.

- Lo siento - Se percibió en forma de susurro y, sin su consetimiento, la tomé de las manos y acerqué rostro al ajeno - Pero aquí me tienes como compañía, Erza, espero no incomodarte mucho.

Luego de una leve y casi insinuadora sonrisa, la miré a los ojos y dije con calma y sin mucha importancia:

- No me encontré con nada ni nadie interesante... y me aburría, así que decidí venirme por aguas termales a tomarme un poco de relajación, pero me es más agradable estar contigo.

El silencio era roto ritmicamente por el sonido de una gota caer en la cristalina agua.

Lo miré y me mordí el labio, tenía unos ojos demasiado bonitos. Sus manos eran grandes y masculinas, su tacto me gustaba. Seguramente trabajaba con ellas.
No pude evitar extrañarme ante la abrupta forma de soltarme ¿Había hecho yo algo mal? Aunque deseché la idea al verlo acercarse a mi.

Cerca, muy cerca.

Mis ojos pasaron de los suyos a sus labios y después a su tatuaje. Dios santo, no debía ser legal estar así de bueno.
Me volvió a coger de las manos, vaya, parecía que al final yo no era la que quería... acercamientos. Sonreí en mi fuero interno.
Pero aun así no sabía exactamente que hacer, a fin de cuentas no lo conocía. Mierda, eso no era justo.

-//Zeus, dame una señal.//

La toalla que llevaba puesta, ahora mojada, cayó por su propio peso y se quedó flotando en el agua, dejandome a mi bastante... expuesta.

Ahí tengo mi señal.

Liberé mi mano derecha y posé mi dedo índice sobre su tatuaje. Lo miré con una sonrisa juguetona.

-Sería una pena volver a ponermela ¿no crees? -

Observé sin darle importancia cuando la joven pelirroja se mordió el labio inferior, aunque la verdad es que esos labios suyos tenían una pinta muy apetitosa. Deseaba probarlos, aunque no podía tomar besos tan a la precipitada, pues aún no sabía de las actitudes que tomaría la pelirroja. Podría mostrarme el cortés, pero es que aquella cabellera pelirroja, esos hermosos ojos, la suavidad de su piel, todo, todo se amontonaba para formar una perfecta figura de hembra. Al principio se mostró confusa, pero luego un pequeño suceso me puso contra las cuerdas.

La empapada toalla de que aprisionaba el cuerpazo de Erza, luego de haber absorbido la suficiente agua termal, fue aflojando y cediendo al peso. Pronto, muy pronto, mientras observaba cómo se escurría armoniosamente la toalla hacia la superficie del estanque, la excitación comenzaba a calarme: mi temperatura corporal aumentó, así como el miembro, quien comenzaba a removerse levemente, inquieto, casi dispuesto para formar un bulto que se asomaría en la toalla que cubría la entrepierna.

Y entonces mi mirada subió, apreciando las curvas de ensueño de la joven, siguió ascendido y el exhuberante par de pechos, con sus pequeños y dulce spezones, quedó a mi vista. No por ello me paré a quedar viendo hipnotizado aquellos explosivos y excitantes atributos ajenos, sino que entrelacé mirada con la de la pelirroja. Ella se había soltado de mi mano izquierda y el dedo índice de la diestra ajena tocaba el Deathbat. Su sonrisa me alentó más confianza, más seguridad, más ''normalidad'' en lo que estábamos haciendo. En mi rosrostro se dibujó una sonrisa de medio lado.

Mi mano izquierda, la libre, tomó la muñeca con el dedo que apuntaba y obligó a que la mano derecha de la chica abarcase un área más amplio, teniendo mayor contacto la palma ajena con mis más o menos ejercitados pectorales. La mano derecha imitó a Erza y se soltó también para bajar a tocar mi propia toalla, la que enmarcaba mi cintura.

- Creo que sí... ¿Quieres que igualemos las tornas? - murmuré con un mohín provocativo. Había sido una pregunta superflua, innecesaria, más estúpida de lo que creía, pues mi mano derecha no dudó a la hora de liberarme de la toalla que rodeaba mi cintura.

Lentamente, fui acercando rostro al ajeno, viendo fijamente ojos de la pelirroja mientras mi pecho sentía dos pequeñas clavaditas procedentes de los pezones de ella. Las manos se dirigieron hacia caderas de la joven. No sé cómo, pero perdí la vergüenza, las ganas de seguir disimulando mi atracción sexual hacia Erza. Me entraron ganas de jugar un poco con aquella candente pelirroja...

Eso era divertido, sí, muy divertido... y exitante.
Lo vi deshacerse de su toalla en un movimiento rápido, toalla que acabó corriendo el mismo destino que la mia. Sus ojos y sonrisa me tentaban a comenzar el juego, me mordí el labio, ya casi era una mania.
Mi mirada se posó irremediablemente en su entrepernia, lo que no tenía de alto lo compensaba en otra parte, que había resultado estar mejor dotada de lo que imaginé.

Esbocé una sonrisa jugetona y acorté la distancia con su cuerpo. Deslizé mis manos desde sus pectorales a su cuello. Creo que era bastante obvio que ya no pensaba ocultar lo mucho que me atraía sexualmente el chico.

Estabamos en un lugar público, cualquiera podría entrar y pillarnos infraganti... y eso era lo más divertido de la situación.
Clavé mis ojos en los suyos y sonreí de forma ladina. Parecía que por fin esos dos infernales meses de celibato iban ha llegar a su fin.

Quien calla, otorga. Puesto que no recibí ninguna negativa ni alguna de esas épicas bofetadas, se podría decir que mi compañera de aguas termales estaba dispuesta a colaborar. La vi morderse del labio, como impaciente por que yo moviera ficha, además de que sus ojos bajaron a ver mi hombría. Perfectamente sabía que no era un lugar privado, que había muchas miradas y cotillas dispuestos a hacer la vida impossible a terceros. Era consciente del pequeño apuro que podríamos pasar, pero en esos momentos, no atendía a advertencias ni consejos razonables.
Tenía los cinco sentidos puestos en ella: la vista deleitándose con el cuerpo diez y ese fino rostro, aquellos ojos de avellana que hipnotizaban, el olfato apreciando el mágico aroma que desprendía ella, el oído y el gusto, clamando por oír de nuevo su seductora voz y por besarla saboreando cada parte de ella; el tacto que no veía la hora para sentir su tersa piel. A pesar de que el agua del estanque era agradable, el estar al lado de ella multiplicaba la sensación de gusto.

Prácticamente me había olvidado de las toallas, pues no tardé en avistar una traviesa curvatura de labios en el rostro de la pelirroja. Finalmente, mis mejillas adquirieron un color parecido al pelo de la chica y mi excitación siguió en aumento al poco de percibir los húmedos pechos de ella apegándose a mi torso. Como consecuencia, sin contentarme suficiente con la pequeña caricia que trazaron las manos de ella desde pecho hasta cuello míos, mis brazos la rodearon por la cintura y finalmente mi entrepierna se encontró con la ajena. Aquel roce estaba desperezando a mi orgullo de su letargo. Evité suspirar, pues ahora observaba con serenidad los ojos de ella. Hacía tres años que no tenía un contacto tan íntimo con una joven tan soberanamente linda.

El siguiente movimiento fue aproximar mi rostro al suyo con cierto gesto insinuante, buscando fundir mis labios con los de ella. Parecía que este atardecer no sería para nada aburrido...

Siempre veía las relaciones sexuales como partidas de ajedrez, en la que yo era la reina negra, que al final acaba acorralando al reia blanco, obligándolo a rendirse o por el contrario, a perder.
Y que según quién fuera el rei blanco, la partida sería muy interesante o quizá, hasta aburrida.
Aunque podía a segurar, cuando menos, que esta partida no sería para nada aburrida.

Sonreí. Incluso quizá la que acabe perdiendo aquí sea yo.

Sonreí al verlo sonrojarse, me resultaba tan adorable. De mis labios se escapó una risa suave que se convirtió en un suspiro al sentir su roce. Sonreí, parecía que ya había movido el primer peón.
Hacía demasiado tiempo que no estaba con un hombre tan atractivo.

Busqué sus labios en un demandante beso, que resultaron besar mejor de lo que parecían.
Mordí su labio inferior, dejando caer una de mis manos en su epalda.

Había perdido la noción del tiempo, pues me distraje totalmente de todo lo que no era referente aquella desnuda pelirroja. El mero hecho de saber que no tenía nada encima hizo qu mi excitación alcanzase el grado máximo, pero eso sería determinante para luego, pues en estos momentos me hallaba sumido en el disfrute del primer beso de la primera pelirroja. Los nervios no me consumían porque, extrañamente, esa bella chica me daba la seguridad y el calor necesario para seguir hacia delante sin detenerme.

Quizá su sonrisa fuera motivada por el rubor de mis mejillas, pero la siguiente risa que escapó de sus labio se convirtió en un fugaz suspiro por culpa de la cercanía de nuestros cuerpos. Su sonrisa no me hizo dudar ni por asomo. Al ver sus sabrosos labios accesibles, no rompí el abrazo y mis manos bajaron a posarse sobre los perfectos glúteos de ella. reparé en que todo su cuerpo estaba mojado, pues antes se había metido a disfrutar del agua y la toalla se deshizo por culpa del agua.

Por fin nuestros labios se encontraron, pudiendo yo apreciar el delicioso sabor que impregnaba mi sentido del gusto. Me estremecí por culpa del mordisco en mi labio, notando cómo una mano invasora buscaba mi espalda. El vigoroso miembro erecto sentía acérrimas ansias por penetrarla, pues no se conformaba con estar apretujado entre nuestras pelvis. Mi entrenado torso, debido a la cercanía, comenzó a presionar notoriamente sus prominentes pechos y poco a poco la fui empujando hacia la orilla del estanque. Aunque la magnífica presencia de Erza tapaba mi rango de visión en gran parte, había un pedazo de pedrusco, con una forma más o menos adecuada para apoyarse (incluso sentarse), eso sí, la comodidad sería prácticamente escasa. Seguía correspondiendo al beso gustosamente, introduciendo de a poco la lengua en boca ajena, esperando que correspodiera, o al menos, hasta que decidiera abortar el beso aquella sublime pelirroja de mis sueños...

((Off: Antes de nada, lo siento muchomuchomucho por el enorme retraso para postear, pero entre los examenes y la imaginación, que creyó que sería divertido dejarme tirada, no he tenido tiempo >.<))


La mano que tenía en su espalda recorrió el camino inverso, pasando por su cuello y finalmente, posándose en su tatuaje.
Sonreí contra sus labios y me estremecí al sentir sus manos tocarme.

Desde luego, no iba a ser una partida aburrida.

Noté la espalda chocar contra una roca, ni siquiera me habia dado cuenta en qué momento Noctis me había guiado hasta allí, aunque realmente no importaba.
En ningún momento nuestros labios se habían separado, y no iba a ser yo la que empezara, estaba disfrutando demasiado de aquel beso como para cometer el sacrilegio de romperlo, a pesar de que el aire empezaba a escasear en mis pulmones.

La mano que tenía sobre su tatuaje empezó a descender por sus perfectamente definidos abdominales generando un suave roce, hasta llegar a su miembro más preciado y comenzar un divertido juego.

Off-Rol:

Su mano volvió a realizar un trayecto de regreso por mi torso. Cuando cruzó por el cuello, un agradable cosquilleo me recorrió la columna de abajo a arriba. Sus yemas volvieron a aterrizar en el sello de mis pectorales, como quedándose a descansar sobre el susodicho tatuaje de la calavera provista de alas de murciélago. Continuaba besándola como si nunca quisiera separarme de sus ricos labios que sabían a gloria. Confiaba en que no viniera nadie, pues ahora estaba disfrutando de estar con ella. Lo que menos me cuadraba es que a estas horas no hubiese nadie más que nosotros, como si hubieran acordado para dejarnos a solas. No me gustaría ser sorprendido por las malas lenguas, pero tampoco quería dejar este erótico momento. Quería estar con ella a toda costa, al menos, toda la tarde.

Forzando un poco la vista, detecté que ya la había acorralado contra el pedrusco, de las toallas no sabía nada, y, pronto, la mano, como rindiéndose a la gravedad, fue bajando por mi cuerpo, delineando un circuito aproxiamademnte lineal que me reconfortó un poco luego de pasar por mi barriga y mi pelvis. El destino no era otro que mi miembro despierto. La mano de la pelirroja no dudó en ser juguetona con mi endurecida salchicha. Poco me estremecí, pero por culpa de ella, me separé del beso ligeramente jadeante, contemplando muy de cerca sus cristalinos ojos y casi al límite de rozarnos nariz y nariz. Mi pecho comenzaba a inundarse de calor. Dediqué una pequeña y ladina sonrisa a Erza, como seguro de lo que supuestamente íbamos a hacer...

Las manos que antes repartían indiscriminadamente caricias por todo su escultural trasero, bajaron a apretar nalgas y finalmente tomaron por atrás los muslos de la mojada pelirroja, alzando un poco a la joven y apoyándola despacio en la roca. Mordí suavemente su labio inferior y mi rostro bajó a plantar besuqueos lánguidos y numerosos por el cuello de la joven desnuda, en tanto que el sólido miembro quedaba casi a merced de ella, ansioso por más y más, todavía insatisfecho.

¿Para esto había quedado? ¿Tan necesitada estaba que aceptaría tener sexo con el primero que pasase?
Sí, quizá, pero yo era una señora, no un putón.
No pude evitar suspirar ante sus aetnciones a mi cuello, oh, maldito cuello, era mi punto débil.

Aunque... Se me estaba ocurriendo hacer algo que me gustaba incluso más que los hombres, sí, eso sería muy divertido.

Puse una mano en su pecho y lo obligué a separarse de mi, le dediqué una sonrisa juguetona y me acerqué a su oído, susurrando de forma sensual:

-Quizá otro día.

Más que lo hombres, adoraba dejarlos con el calentón.

Caminé con total naturalidad hacia mi toalla, que había localizado previamente, y me la puse, estaba empapada. Sí, el agua tiene la mala costumbre de mojar.
Y antes de salir del ahua miré a Noctis, con ua sonrisa ladina. ¿Qué gracia tenía dejarlos a medias si después no podía verles la cara que se les quedaba?
Sí, los jetos que se les quedaban era de las pocas cosas con las que podía reírme horas.