Tienes que estar de broma (Privado)

Recuerdo del primer mensaje :

Sus pasos resonaban con fuerza por las calles mientras su respiración sonaba jadeante y cansada, ya llevaba media hora corriendo y escapando de ellos, y solo había conseguido poner unos cuantos metros de distancia, pero nada mas, aun no era suficiente para decir que estaba a salvo, quien le manda ser como era, se había metido en una pelea, unos tipos le pegaban a un pobre e indefenso chico, y el había recibido los palos del pequeño y había dado alguno claro, pero había recibido también lo suyo, muestra de ello era que su camisa blanca tenía leves manchas rojas, le habían partido una botella de cristal en la espalda y había sido jodidamente doloroso, ademas de que los cachos de cristal se clavaban como agujas.

//Maldita sea esto duele, necesito parar pronto y sacarme los cristales o algo, pero sospecho que estos tíos no me van a dejar así como así, y a un por encima la camiseta se roza y lo empeora, ¿quien me manda meterme donde no me llaman?//

Los pensamientos de Otoya eran reproches mas que nada, discusiones consigo mismo en las que su mente le gritaba lo estúpido que era por ayudar a alguien que habia salido corriendo a la primera de cambio, y ahora estaba ahí, en aquel callejón, arrinconado y sin posibilidad de escape-

-Mierda...

El vaivén de sus labios sobre los míos era hechizante, afrodisiaco, narcotizante... Una escalofrio me recorrió de pies a cabeza cuando sentí como me atraía más hacia él.
Solté un quejido lastimero inconscientemente cuando se separó de mi. Me avergoncé por mi comportamiento. Pero esos labios... me sentí rídiculamente sola sin ellos. El camino de un policía esta lleno de tentaciones.

—¿E.. Eh? — eso me había pillado totalmente por sorpresa. Y si el sonrojo me había disminuído un poco, se había hechado a perder, porqué ahora mismo sentía la cara arder.

Esa desfachatez, osadía y ese brillo juguetón en los ojos era el mismo que cuando me lo encontré, justo antes de que la ambulacia llegara.
Intenté calmarme, mientras la enfermera le daba todas las idicaciones a Otoya.

—Inspectora... — su vocecilla me llamó con cautela. Me giré y fingí toda la naturalidad posible. —Tiene que fimar el alta... — la ví tenderme un boligrafo y sujetar el portafolios, que debía tener todos los informes.

Sonreí, aun medio descolocada por el beso del chico que ahora se cambiaba finjiendo toda normalidad. Y yo aquí nerviosa como una preadolescente, que lamentable... —Claro. — firmé y me pasó la receta de los antibióticos que debía tomar Otoya. —Gracias. — él debía haberle dicho que se quedaría conmigo.

Una leve risita salió de sus labios ante la adorable expresión de la inspectora, que dulce, sin duda era una mujer increíble, se acerco a su cama y empezó a guardar sus cosas mientras que escuchaba a la enfermera decir aquello, cerró bien la funda de la guitarra tras guardarla, después guardo el resto de sus cosas, que no eran demasiadas, se coloco bien el rosario de color negro, suspiró levemente mirando de nuevo a la pelirroja, de reojo, no quería mirarla fijamente o sería muy notorio, ella sonríe y el hace levemente lo mismo, tiene una sonrisa muy bonita y agradable-

-De nuevo muchas gracias por encargarse de mi, señorita inspectora, es todo un cielo de mujer, rezare por usted~~

Le guiño levemente el ojo y cargo con sus cosas, sin demasiada dificultad comenzando a caminar hasta la salida de la habitación, donde espero a la pelirroja para comenzar la marcha hacía una nueva vida, aquello sería interesante, ¿Cuantos minutos aguantaría sin desvestirla?,¿sin besarla?, ¿sin tocarla? , se estremeció levemente, presentía que seria poco, muy poco el tiempo, quien sabe, quizás ni a los minutos llegaran.

Cuando la enfermera se fué seguí a Otoya unos pasos por detás. Me mordí el labio y lo busqué. Quería volver a sentir sus labios sobre los míos. Quería volver a sentir sus manos sobre mi cuerpo y su aliento en mi cuello. Cerré los ojos con fuerza ¿Qué demonios me estaba pasando? ¿Cómo era posible que ese hombre me pusiera en este estado tan lamentable?

Me sonrojé levemente cuando me guiñó un ojo.

-Puedes llamarme Erza. - le regalé la más radiente demis sonrisas.

¿Cómo podia estar tan bueno? ¿Podría curarlo sin acabar en algo mucho más... carnal? Me sonrojé hasta las orejas ante la sola idea.
Me acerqué y cogí su guitarra con una mano y su guitarra con la otra. Mi casa quedaba muy cerca de aquí así que no había prblema de ir andando.

Charlé animadamente con él por el camino. Preguntandome cuanto tiempo aguantaría sin ser yo la qeu le comiera la boca a él.