La gata en el árbol

Algunas veces le gustaba dormir a la intemperie. El clima de aquel sitio era agradable, ni muy frío (y Ren odiaba el frío porque le producía somnolencia) ni extremadamente cálido. La felina también suponía que debía de haber algo en la tienda, ya sea hecho por los dueños o hasta mágico, pero nunca había sentido la zumbante molestia de un mosquito. Por lo tanto, no era extraño que por las tardes fuera a tomar una corta siesta en las ramas de un grueso y alto árbol que la Lemon Land Shop tenía en su patio.

Gracias a su equilibrio natural, Ren podía acomodarse en la rama y dormirse sin caerse. La chica incluso tenía la tendencia de dejar una pierna o un brazo colgado. Un ligero cambio en el peso que la mantenía equilibrada, aunque fuera una pluma que se posara en su hombro podía hacerla precipitarse. Pero hasta el momento nada como eso le había sucedido.

Aquel día el Sol brillaba con todo su esplendor, lógicamente el clima debía de ser cálido, más soplaba una agradable brisa seca que impedía que el cuerpo se calentara demasiado. Eso, sumado al simple vestido blanco veraniego que llevaba, la hacía sentirse de lo más cómoda y su descanso en la rama del árbol fue de lo más placentero.

Cuando llegó el momento no sabía bien qué la había despertado: si su propio instinto que le decía que el descanso había sido suficiente o lo que sus atentas orejas percibían en aquel momento. Era movimiento. Ren se despabilo, o al menos lo intentó; la chica más bien dejó escapar un bostezo e hizo crujir sus huesos al estirar y amoldar su espalda en forma de arco, como suelen hacer los gatos. Sus ojos somnolientos primero miraron a su alrededor y no encontró más que tronco, ramitas y hojas. Sus orbes amarillas luego se deslizaron hacia abajo, hacia el suelo, donde veía a otro individuo moverse. Ren se acomodó de costado, como si fuera una reina en un gran almohadón, apoyando su cabeza sobre su mano izquierda. –Nyaa~- Emitió un sonido que era una mezcla entre un maullido y un bostezo, aunque lo hizo más bien para llamar la atención de la otra persona.