Residencia Ichinose

Una mansión a las afueras.

Exteriores:

Entrada (Hall):

Salón-Cocina:

Patio interior:

Terraza:

Piscina exterior:

Lo odiaba, odiaba meter gente extraña en mi casa, y para mi mala suerte la última semana había estado petada de gente, con sus risas, su parloteo y sus pisotones que conseguían colmar mi paciencia e irritarme hasta límites insospechados, en mal momento puse yo un anuncio para buscar doncella, yo podía encararme solo de cuidar la casa, o simplemente podía contratar a una señora mayor que se pasara de vez en cuando para limpiar el polvo y la piscina. Pero no, Otoya tenía que meter su ocico risueño y, prácticamente, obligarme a poner el puto anuncio, si no, no me dejaría en paz nunca.

Adiós a los días de tumbarme en una hamaca al lado de la piscina mirándo el cielo mientras me tomaba un wisky con hielo y me rascaba la barriga. Eso si era vida.

-Señor... - una voz discreta llamó mi atención, levanté la cabeza del sofá en el que estaba estirado. La miré para que supiera que la escuchaba. -Ya ha llegado la siguiente candidata... - alcé una ceja ¿porque parecía tan asustada mi secretaria?

Me levanté con desgana y caminé a paso firme y porte imponente hasta la sala que había acondicionado para las entrevistas, aunque lo que de verdad me apetecía era arrastrarme por el suelo y seguir sin hacer nada, pero había que cuidar las apariencias.
Mi casa la habían pisado ya demasiadas mujeres, todas que venían a mi en busca de... vete a saber tu qué, todas nada más que tías mezquinas e interesadas a las que no tardaba de poner de patitas en la calle.
Mi secretaria me hizo pasar, y miré a la chica con indiferencia, aunque gran sorpresa me llevé al reparar en su aspecto... Albina y por ende, peligrosamente hermosa, estúpidos fetiches mios.

Desalojé la habitación y todos se retiraron obedientemente. Me quedé largos minutos observándola, no, admirándola es la palabra correcta.
Me reproché mentalmente el habermela imaginado bajo mi cuerpo, presa de mis demandantes manos, hay que ser profesional.

Seguí con la mirada el movimiento de su pelo al inclinarse, y por una fracción de segundo me quedé hipnotizado. Me mantuve en sepulcral silencio escuchándola hablar, manteniendo mi fachada fría e indiferente su voz era suave, aterciopelada... Como si intentara seducierme.
¿Dos años? Eso lo comprovaría yo mismo, aunque ahora eso carecía de importancia.

Bonitas piernas.

Me acerqué para mirarla más de cerca. Sus ojos, azules, cristalinos y reveladores.
Una sonrisa ladina de esbozó en mis labios rompiendo mi temple serio. Me incliné para que nuestros ojos estuvieran a la misma altura.

-Tus ojos no son los de un críado. - más bien de una guerrera, de los que son servidos.

¿Hasta que punto lo que me había dicho era cierto? ¿Dos años de sirvienta? Era imposible. Sería interesante averiguar cuanto tiempo podría servirme sin empezar a dar problemas.
No necesitaba conocerla para saber que no era una chica que se dejara doblegar, dominar o acatase ordenes fçacilmente. Entonces la pregunta era ¿Qué hacia en mi casa? ¿Qué motivo tenía para querer ser mi doncella?

¿Eh? ¿Qué era toda esa mierda blandengue? Me tomé mi tiempo para examinarla, -otra vez- esta vez de manera más... superficial. Llegué a la misma conlusión que antes, era hernosa, mucho.
Aunque era verle la piel e Ichinose se pierde.

Una vida dura... Todos la habíamos tenído, pero aun así no me convencía su historia, una mujer como ella, si podía tener la posibilidad de trabajar de algo que no requeriera obedecer, no se tragaría su orgullo para... rebajarse, y trabajar de doncella si no sacaba algo con ello.
Aunque quizá si que no tenia más remedio...

Salí de la habitación. Me aseguré que nadie escuchaba y marqué un número en mi teléfono móvil.

—¡Ichinose! ¡Tío! ¿Cómo te trata la vida? ¿Sigues dejando en coma a abuelitas desesperadas? — la estridente voz de mi chillón amigo hizo que la idea de colgar se me hiciera tentadora.

—Jason, sal de la cueva en la que vives y deja que te de la luz del sol. — lo de las viejas era una etapa oscura y repuganante de mi vida que ya había sido cerrada.

—Me mola mi cueva, tío. ¿Y ese milagro que me llames? ¿Hechabas de menos el placer de mi compañía o tienes algo para mi?

—Necesito que investigues a alguien. — Jason era el mejor informático que conocía, y, para mi suerte, el chaval era buen chico y me hacía favores por el placer de cotillear en la vida de la gente que pedía que investigara, lo cual le encatantaba, este tío es lo más similiar a una maruja en cuerpo de hombre que te puedes encontrar. —Se llama Akasha.

Escuché la estridente risa de Jason —¿Una piva? ¿Quieres que haga mi magia para camelarte a una piva? ¡Tío, pensaba que nunca me lo pedirias! Tendrás todo en un par de días, pero cuando acabes con ella pasamela, que... — colgué el telefono y volví a entrar en la habitación.

Jason era un completo idiota, no se como puede ser mi amigo.

Miré a Akasha con aparente seriedad.

—Sígueme. — mi secretaria se me acercó a pasos ligeros.

—Señor, todavía quedan bastantes candidatas, ¿No sería más prudente entrevistarlas a todas primero? — mira por donde, hoy no me apetecía ser prudente. Moví la mano con desgana, resultaba molesto.

—Que se vayan todas. — ya he escogido doncella, y apuesto que esta hará de mi vida algo un poco más divertido.

Sinceramente no entendía nada, pero no era como si le importara demasiado, solo sabía que la cabeza comenzaba a doler y que comenzaba a marearse, así que se sentó en la ventana a que le diera el aire, mientras el tipo contrario, su victima y supuso que futuro jefe, si no lo mataba antes, estaría hablando con alguien por teléfono, porque sus finas orejas podían captar algo, aun que no escuchaban la conversación bien, pero en aquel instante no le importaba demasiado, mas bien no le importaba nada, cerro los ojos intentando calmarse, pero entonces el entro y dio una orden firme, alzo una ceja y suspiró.

-Si, Ichinose-sama... -se levanto de la ventana y se acerco al peli azulado, sus ojos celestes se fijaron en los ajenos y después pasaron de largo, pasando a su lado mientras escuchaba la conversación, una suave sonrisa apareció en su rostro.

-Eso quiere decir, Ichinose-sama...¿qué el puesto es mio?... -le mira divertida, con una sonrisa ladeada y un brillo travieso en sus ojos color cielo, mas que nada porque disfrutaba con aquello, ya era suyo, no tenía escapatoria, había caído en su trampa.

Sonreí con auto suficiencia. Sabía que no era doncella ni que lo había sido nunca, y ella misma me lo había confirmado menos de diez segundos después de haberla contratado, había durado menos de lo que pensaba. Era buena mentirosa, pero que se informara primero para no cargarse tu tapadera con tonterías de protocolo.

—Dos pasos por detrás. — toda doncella sabía que nunca se andaba delante o al lado del señor cuando se le acompañara a algún sitio si este no decía lo contrario.

Supongo que será lo suficientemente inteligente como para obedecer. Sonreí al escuchar su pregunta y seguí andando, atravesando el salón, desde dónde se veía la piscina. No la miré, no lo necesitaba para saber que estaba provocándome, o que se estaba felicitando por haber conseguido algo... quizá las dos cosas.

—Primera norma, no quiero preguntas estúpidas.

-Ichinose-sama, no me veo en la obligacin de comportarme como su sirvienta aun, no hemos firmado el contrato ni me lo ha confirmado, asi que no estoy obligada a permanecer dos pasos por detras suyo,ni a mantener la mirada gacha , ademas de que tampoco llevo el uniforme por lo que ando fuera de servicio

Se cruzo de brazos divertida, con una expresion mas que burlona en los labios, el pensaba que le hab´ia pillado pero no era as´i en lo mas minimo, mas bien ella disfrutaba con aquello, hab´ia estudiado todo lo que debia estudiarse a fondo, era la perfecta sirvienta en la teoria, pero en la pr´actica...aquello ya era otro cuento

-Vaya, veo que sera un jefe bastante quisquilloso, as´i que obtare por no hablarle y ya esta, asi evitto preguntas y respuestas y evito las siguientes reglas que se le vayan ocurriendo, aun que bueno cocntinue, me servira para reirme

Se descruzo de brazos y suspiro levemente mirando hac´ia otro lado, se mordio levemente el labio y se perdio en sus pensamientos , para despues volver a la cruda y aburrida realidad y a su nuevo trabajo

Frené en seco, oh sí, su chulería y soberbia me estaba empezando a cabrear, y sacarme de quicio no era conveniente.
La miré con indiferencia.

—No sé de qué ambiente vienes. — seguro que no del que dice. —Ni con quién estás acostumbrada a tratar, pero no te confundas, niña. No soy tu amigo, no soy tu colega, ni mucho menos, tienes la confianza necesaria para bromear y atreverte a sonreír después.

Mi tono no dejaba lugar a réplicas. No era doncella, lo sabía. Se era doncella siempre, estuvieras trabajando o no, igual que un policía era policía estando en la comisaría o fuera de servicio.

—Como hoy me has pillado de buen humor, te diré una cosa, todas las donzellas tienen modales, y los modales es algo que se tiene o no se tiene, y una vez los tengas sabrás que aunque no estés trabajando hay unas reglas, y hay que respetarlas. — era bastante evidente que ella no los tiene, y otra vez, me acaba de confirmar que no es quién dice ser. —Bajo este techo, mando yo, eres una empleada más, y en mi casa se respetan mis normas. Yo pongo las reglas y tu deber es acatarlas sin replicar ni hacer preguntas.

No me gustaban, esos ojos o me gustaban en absoluto, era como hablar con una muerta.
Fruncí el ceño y alzé su rostro por la barbilla con dos dedos. Sus antes ojos luchadores y de fiera indomable eran ahora de... nada. No había nada que reflejar, era como una carcasa vacía.

—Así no. — ni yo mismo comprendí a qué me refería. Quizá al hecho de que era su deber acatar mis ordenes pero no de esa forma, no me gustaba.

Escuché unos discretos pasos acercarse y me alejé de Akasha,no era conveniente que me vieran con ella de esa forma tan cercana e impropia, teniendo en cuenta que ahora era mie empleada.
Vi a mi secretaría, que me habló con su siempre voz amable y suave.

—Señor, las otras candidatas ya se han marchado. — era una buena mujer.

—Bien, gracias. — mi secretaria se retiró y yo volví a prestar mi atención en Akasha.

Esa personalidad sumisa era la apropiada, sí. Pero aún así, ya conocía a muchas mujeres ambles que acataban órdenes sin preguntas, mujeres, a fin de cuentas, que acababan resultándome aburridas. Y no quería más aburrimiento, lo que me resultaba contradictorio. Vaya, no llevaba ni cinco minutos con la albina rebelde y ya me estaba dando dolores de cabeza.

—No me llames amo. — no me gustaba esa palabra. Yo no era su amo, y de serlo, provablemente tampoco le permitiría que me llamase así. —Ichinose-sama es lo apropiado.

Escuchar ''completa disposición'' de sus labios, hizo que mi mente proyectara imagenes nada convenientes en ese momento, con Akasha como objeto de ellas. Mierda, no me resultaba agradable que esta mujer tuviera efectos de tal calibre en mí, que si bien no me costaba en absoluto ocultarlos -lo que hace años de práctica.- resultaba molesto. Aunque por primera vez en una mujer dirijiéndose hacia mi persona con una frase de doble sentido como esa, no había ningún grado de insinuación.
Una ligera sinrisa de dejó ver en mis labios, leve, casi inexistente, pero ahí estaba, la primera sonrisa del día.

—No me malinterpretes, debes acatar mis órdenes. — caminé hasta llegar a la puerta que había al final del pasillo que había frente a la puerta de entrada, una puerta blanca que daba a un pequeño armario. —Pero quiero que seas tu misma.

Embobado, sí, esa era la palabra correcta. Su risa, su voz y su sonrisa, todo en un perfecto y armonioso conjunto que por un momento, me hizo perder la noción del tiempo, mas guardé la compostura.
Me giré y abrí el armario. No quería mirarla en ese momento o volvería a desconectar como un imbécil. Maldita Akasha y su albinismo, toda la concentración que había conseguido reunir desde que la tenía cerca se había ido al garete.

Mi mano tocó un trozo de tela suave, sonreí satisfecho. Le lanzé el trozo de tela a Akasha, que aterrizó en su cabeza con inútil precisión. Era un bonito -y sugerente- traje de maid.

—Ese será tu unforme, si necesitas otro porque este se te ha extraviado o está sucio no dudes en pedirlo. — me acerqué unos pasos a ella. Aparté el traje, que cubria su rostro, para poder mirarla a los ojos y quizá, darme el lujo de perderme unos segundos. —Deberías sonreír más... te sienta bastante bien. — y pasé por su lado, dispuesto a indicarle sus tareas.

Sonreí de espaldas a ella al escucharla hablar. Al final, lo que iba a ser un asqueroso, abominable y aburrido día, estaba resultando ser mucho menos asqueroso, abominable y aburrido de lo que pensaba. Y todo gracias a ella.

—Como gustes. — me giré para ver como entraba en una de las habitaciones del pasillo, que dada la casualidad, era uno de los baños.

Sonreí con arrogancia. Ese traje... no era el mismo que el de sus compañeras, las que vestían algo más recatado y sutil. Supongo que hasta una hombre como yo necesita una alegría de vez en cuando.
La vi salir y mis espectativas fueron superdas con creces. El escote de palabra de honor realzaba más sus pechos, las medias y la falda dejaban ver la mayor parte de sus perfectas piernas, y el color negro realzaba la palidez de su piel.
Sí, el control con ella cerca iba a sr cosa muy dificil.

—Bastante bien. — respondí con brevedad. —Ahora puedes dejartelo puesto si es de tu agrado, pero cuando salgas de la casa no quiero que lo lleves puesto. — no lo estaba pidiendo, era una orden.

Y era una orden producida de un capricho personal. Nunca me había gustado que miraran lo que era mio.

—Lo recados no son de tu obligación. — sonreí. —De ellos se encarga una de tus compañeras.

Caminé por la casa, hasta llegar al salón-comedor-cocina, que tenía una gran ventanal que daba a la piscina exterior, que debía tener dos metros de profundidad.
Me extrañé que me estuviera gustando tanto estar en compañía de una mujer... vestida. La influencia de Jason empezaba a afectarme.

—Serás mi doncella personal. — esto ya no era un capricho. —Limpirás mi habitación y preparás mi comida. Cambiarás las sabanas de mi cama y lavarás mi ropa, todo lo que tenga directa conexión conmigo. — me giré para mirarla. —Solo acatarás mis órdenes.

Glorioso viento, nunca había estado más contento de que soplara. Sí, la longitud de la falda era algo que había escogido personalmente, anuque claro, reconocerlo abiertamente era diferente. Y por fin la falta de tela empezaba a dar sus frutos.
Cuando ella dejó de mirarme llevé los ojos hasta sus braguitas de escaje negro. Hasta ese momento no me había dado cuenta de las inmensas ganas que tenía de verla sin toda esa odiosa ropa de por medio. Esa piel tan nívea me llamaba, y tuve que tirar de todo mi control para no llevar a cabo mis deseos. Estúpidos fetiches.

Alzé la mirada inmediatamente para encontrarme con un cuadro demasiado... sugerente. No, que no se muerda el labio por dios, eso es más de lo que ya puedo soportar.

—No hagas eso.

-¿Eh que no haga que Ichinose-sama?


Casi pudo escuchar como la risa malvada se expandía en su mente, no le gustaba que se mordiera el labio, eso era como una clara tentación a hazlo de nuevo, ladeo el rostro con una leve sonrisa y se mordio el labio levemente.

-Si Ichinose-sama no me dice que quiere que no haga, no sabre a lo que se refiere...

Una leve risa salio de sus labios sin poder evitarlo,y aparto levemente uno de los largos mechones de su cabello, cabello largo, la tentación que tenía de enterrar sus dedos en las hebras oscuras de su jefe era demasiada, suspiro levemente aun con el leve mordisco en su labio.